El templo de Apolo se alzaba en el centro geométrico del «témenos» o recinto sagrado, sobre una plataforma tan alta que era necesaria una rampa de acceso en el lado este.
Los restos que podemos contemplar actualmente corresponden al último templo, construido entre 370-330 a. C. (siglo IV a. C.) sustituyendo a otros dos templos anteriores de los siglos VII y VI a.C.
Sólo quedan los cimientos del templo y fragmentos de seis columnas dóricas de piedra porosa y piedra caliza.
Este último templo era de orden dórico, períptero y hexástilo con 15 columnas en los lados largos y medía 60,32 por 28,32 metros.
Constaba de pórtico o pronaos, naos o cella, opistódomos y un ádyton subterráneo.
En el pronaos estaban grabadas las sentencias de los Siete Sabios de Grecia: «Conócete a ti mismo», «Nada en demasía», etc.
En el «ádyton» la cámara secreta a la que sólo podían acceder los sacerdotes y la Pitia o pitonisa se custodiaba el «omphalos», ombligo del mundo, y brotaba agua de la fuente Casiótide.
Delante del templo de Apolo estaba situado el altar de los sacrificios.
Si el sacrificio del animal había sido favorable la Pitia descendía al adyton donde bebía agua de la fuente Casiótide, masticaba hojas de laurel y aspiraba los vapores que salían de una hendidura abierta en la roca. Entonces la Pitia se llenaba del «pneuma» de Apolo, entraba en trance y pronunciaba sus oráculos sibilinos, que los sacerdotes interpretaban y comunicaban a los consultantes.
Las esculturas del frontón oriental narraban la Epifanía de Apolo a su llegada a Delfos y las del frontón occidental representaban a Dioniso entre las ménades. De las metopas, sin decoración escultórica, colgaban escudos persas (del 479 a.C.) y gálatas (del 279 a.C.).
Según Pausanias frente a la fachada del templo existía una estatua colosal de Apolo, realizada en oro, de 16 metros de altura.
En el «ádyton» subterráneo situado en el templo de Apolo, donde se custodiaba el «omphalos» u ombligo del mundo, brotaba agua de la fuente Casiótide. En esta fuente la Pitia o pitonisa, sacerdotisa de Apolo, bebía y realizaba sus abluciones y purificaciones, masticaba hojas de laurel y aspiraba los vapores que salían de una hendidura abierta en la roca para llenarse del «pneuma» de Apolo y entraba en trance antes de pronunciar sus oráculos sibilinos, siempre confusos y ambiguos que los sacerdotes interpretaban y comunicaban a los consultantes.