Las «siete maravillas del mundo antiguo» representan un compendio de las obras arquitectónicas y escultóricas más perfectas del Mundo Antiguo.
Fueron muchos los autores que hicieron una relación de los monumentos y construcciones más bellas del mundo clásico. Posiblemente esta lista sufriría muchas modificaciones, en cuanto a número y composición, a lo largo de los años.
Se tiene una primera referencia en la «Historia» del griego Herodoto (siglo V a.C.).
El poeta griego Calímaco de Cirene (310 a.C.-240 a.C.) es el autor de «La Colección de Las Maravillas del mundo», aunque desgraciadamente este libro se destruyó en el incendio de la Biblioteca de Alejandría, donde se conservaba, y sólo nos queda constancia del título.
Filón de Bizancio (siglo III a.C.), ingeniero de Alejandría y viajero incansable, al que se atribuye la invención del reloj de agua o clepsidra, fue el primero que decidió poner en una lista las principales siete maravillas que había visto en sus viajes. Eligió siete, porque siete es el número perfecto para los helenos y las situó en la cuenca mediterránea, el mundo entonces conocido. Filón reflejó sus impresiones en una obra cuyo título latino es «De septem orbis miraculis» de la que sólo nos quedan algunos fragmentos.
El poeta griego Antípatro de Sidón (siglo II a.C.) alaba las siete maravillas en un poema en el que figuraba la Puerta de Istar, en las murallas de Babilonia, en lugar del faro de Alejandría.
La lista final, tal y como la conocemos hoy en día, data de la Edad Media y se compone de los siguientes siete monumentos:
1. La pirámide de Keops
2. La estatua de Zeus Olímpico
3. Los jardines colgantes de Babilonia
4. El coloso de Rodas
5. El Templo de Artemisa en Éfeso
6. El faro de Alejandría
7. El Mausoleo de Halicarnaso
De todas ellas sólo la Gran Pirámide de Keops, permanece en pie.
El hecho de que cinco de las siete maravillas pertenezcan al mundo griego indica claramente el carácter helénico de la lista y, por sus fechas de construcción y de destrucción, el concepto de las «Siete Maravillas» debió acuñarse a mediados del siglo III a.C.
«De cada una de las siete maravillas a todos llega noticia por la fama, pero raros son los que con sus ojos las ven. Porque hay que trasladarse a Persia, atravesar el Eúfrates, viajar al Egipto, irse a vivir con los eleos de la Hélade, llegar a Halicarnaso de Caria, navegar a Rodas y contemplar Éfeso en Jonia. Y después de vagar por el mundo, cuando uno está deshecho por el peregrinaje, entonces se cumple el deseo, cuando hasta la vida, con los años, ha dejado de existir. Por eso es admirable y un gran regalo la cultura, porque libra al hombre de caminar, mostrándole lo hermoso en casa y prestando nuevos ojos a su alma. Y lo extraño es esto: el que va a los sitios ve las cosas una sola vez y, después que se marcha, las olvida. Se le pasan por alto los detalles y luego se le van del recuerdo las particularidades. En cambio, el que se informa de un monumento en un tratado, nota los méritos de la ejecución y, al tener delante, como en un espejo, toda la obra de arte, guarda imborrables, uno por uno, los caracteres de las figuras, pues es con el espíritu como ha visto lo maravilloso...»
Filón de Bizancio
Estatua crisoelefantina de Zeus olímpico
Mausoleo de Halicarnaso
Coloso de Rodas
Faro de Alejandría
Templo de Artemisa en Éfeso