En Tirinto, situado a 20 kilómetros al noreste de Micenas, se conserva otro emplazamiento arqueológico micénico, con una ciudadela de murallas ciclópeas más antigua que la de Micenas, terminada a finales del siglo XIII a. C., algunas de cuyas piedras pesan 13 toneladas.
Las impresionantes murallas, construidas con piedras incluso más grandes que las de Micenas, tienen hasta 8 metros de espesor y 13 metros de altura. Pueden ser considerados como una creación que va más allá de la escala humana, como define la palabra «ciclópea» (construida por Cíclopes, los gigantes míticos de Licia). El perímetro de la fortificación es de 750 metros.
Homero calificaba a Tirinto como «la rica en murallas».
Vista aérea de la ciudadela de Tirinto. Imagen © Google Maps
En el punto más elevado de la ciudadela se situaba el palacio real y en su centro el «megaron» o «gran salón», uno de los elementos más característicos de la arquitectura micénica, compuesto por un pórtico abierto con dos columnas, un vestíbulo, también llamado «pronaos» y la sala principal cerrada de planta rectangular, también llamada «cella» o «naos» que tenía un hogar en el centro, rodeado de cuatro columnas que soportaban el techo y el trono real adosado a la pared de la derecha del que entraba. En esta sala los soberanos recibían a sus huéspedes, llevaban a cabo los banquetes rituales, escuchaban en privado las presentaciones de los rapsodas y aedos y celebraban consejos de
guerra.
Otro elemento característico de la arquitectura micénica de Tirinto son los denominados «sirinx» o almacenes.
Hacia el 1200 a. C. la Acrópolis de Tirinto fue destruida por un incendio.
Tirinto © D EPKA Argolida